Lic. CARLOS DARIO ZAPATA RENDON
Relación entre la ética y la educación: un discurso paradójico
En el contexto educativo nacional el término educación desde su singularidad abarca una serie de aspectos ( el profesional docente, políticas educativas, el modelo económico, el rol del ciudadano, el instrumentalismo, la tecnocracia, lo académico versus lo humanista y la profesionalización docente) que sería oportuno abordar para definir su relación con la ética ya que cada uno de ellos de una u otra manera confluyen en el sistema educativo del momento, momento y no época, ya que la educación pareciera ser un proceso discontinúo.
En consonancia con lo anterior, toda esa serie de aspectos propenden de manera directa a definir el rol del docente de la actualidad a pesar de que las consideraciones éticas acerca de su actividad social estén bien objetivadas y definidas en la sociedad actual la buena efectividad de la educación y sus alcances sociales recaen sobre él como si la solución a las problemáticas actuales se finiquitarán únicamente desde los espacios educativos sino también de la manera como los poderes del estado han sido configurados a través de la historia.
En este marco de ideas y con las condiciones actuales de vida no sería preciso desligar el tema educativo de la ética puesto que somos evidencia de que los seres humanos necesitamos algo más que formación para el mundo laboral, de la ciencia y del conocimiento (Pérez, 2006), es decir, la formación en valores y principios éticos que permita mejores condiciones sociales de convivencia. De este modo, la labor del docente toma parte importante y se espera mucho de él para forjar actitudes humanistas en este momento histórico en donde la necesidad de bases éticas bien definidas se ha incrementado a causa del vacío existencial que viven las personas por la ausencia de los valores (Nerví, 2004)
De acuerdo a los planteamientos de (Vázquez y Escámez, 2010) la educación debe estar encaminada a desarrollar una función social en la cual la docencia se legitima en la formación de individuos críticos con alto grados de comprensión de su cultura y los códigos éticos para la sana convivencia. Esto es claro y los fines educativos definidos para esta sociedad lo demuestran, pero la realidad vivida es otra ya que aunque propendemos por equiparar a esfera académica con la humana y la crítica estamos inmersos en un sistema educativo que automatiza al individuo y lo coarta para que pierda su visión del futuro bajo estándares ajenos a nuestra realidad social.
De todos modos, en la relación ética y educación se espera desarrollar una formación basada en la práctica de los valores humanos y el respeto por los códigos morales definidos por la sociedad con miras a retomar el cauce o rumbo de las interacciones humanas cuyos comportamientos están marcados por tendencias de antivalores. Es en esta estrecha relación donde el docente se ve apremiado a estar a la altura de la dignidad humana (Vázquez y Escámez, 2010), a ejercer su labor con un alto grado de responsabilidad, respeto por su labor y por los demás generando relaciones sanas ya que de este modo podría forjar pensamientos críticos y reflexivos en los aprendices para que sean impulsores de la justicia y la igualdad. Una formación ética que éste ligada al ser, al saber vivir y no solamente al conocimiento que brinde herramientas para enfrentar las diferentes circunstancias a los que puedan ser vulnerables tomando decisiones bajo su propia responsabilidad.
Lo anteriormente expuesto delimita claramente lo que se podría lograr en una sana relación entre educación y ética pero también es claro como lo afirma (Pereyra, 2004) que la apropiación de los valores y los buenos comportamientos en los seres humanos no es cuestión de discurso y enseñanza, sino que son el producto de su existencia, de su mundo cercano familiar y social; y es allí donde inicia la separación de ética- educación puesto que aunque la práctica docente encarne los valores el ser humanos siempre va a estar presionado por agentes externos en un mundo lleno de desigualdades, injusticias, disparidades entre lo que se objetiva y lo que se emprende, y esa separación que pareciera inamovible entre lo que pretenden las políticas educativas y lo que ofrece el estado a sus ciudadanos.
El hombre a través de su evolución aprende a construir su propio mundo, a experimentar en cada paso que avanza, a romper paradigmas mentales para construir tribus o sociedades que se modifican en un accionar colectivo. En este proceso, el lenguaje y la comunicación son medios que se instauran en el desarrollo humanístico a través de la palabra reflexionada y meditada con el objetivo de expresar los deseos y las emociones íntimas; el logos y el pathos que desde la praxis de un hombre postmodernista produce un egoísmo y mezquindad, un ciudadano individual en medio de la masa que lo ciega de reconocer al otro como un ser vital para su convivir. (Magendzo, 2006).
No obstante la racionalidad en el hombre emerge como facultad que le permite sobrevivir a una serie de eventos, es un cambio cualitativo individual que obra en su conciencia para borrar los límites de lo instintivo.(Pérez, 2006). En este progreso se plantea una orientación para interpretar la realidad inmediata e importante para sus nuevas condiciones de vida que lo facultan de reconocerse y reconocer al otro como un ser participativo en un colectivo común, con deberes y derechos articulados a una política de estado.
Por tanto el hombre se transforma cuando emplea estrategias para adaptarse a un medio y es en el descubrir y la resolución de la infinidad de situaciones que lo llevan a equivocarse o acertar, aquí se ubica en el plano de la responsabilidad con el otro y lo otro, es en este camino donde trasciende en el ejercicio de reconocer la responsabilidad intencionada, de aprender con error, de germinar la conciencia humana para movilizarse en diferentes direcciones y dimensiones de su ser.
Puesta en escena, desde el panorama mencionado, la ética es un factor de supervivencia que es transversal y que afecta las culturas, sin embargo se pone en cuestión la forma de aplicabilidad en la sociedad debido a las diferentes crisis que se afrontan actualmente, y que decir en la escuela que ha sufrido un sinnúmero de cambios políticos que afectan en esencia el desarrollo de la educación con valores. En esta responsabilidad por el “otro”, el estado y la sociedad desde el artículo 26 de los derechos humanos que promulga que la educación como un derecho humano, debe proceder a privilegiar a todos los ciudadanos en una educación que este fundada desde lo axiológico y que se alinee con un nivel de conciencia moral regida por criterios racionales y anhelos de vida propios y colectivos.
El papel del educador en medio de fricciones sociales, económicas y políticas que desestabilizan su sentir y su actuar, recobra una vital importancia, debido a que la sociedad le da un valor de preponderancia en la escuela, en función de sujeto proactivo con una actitud crítica, que ejerce la libertad y el respeto por sí mismo y por los otros, que enseña con su dominio y testimonio propio en un discurso basado en la eticidad y el amor genuino de lo que hace.
Desde las palabras de Levinas, el educador en su actuar no puede reducir al educando a ser simple receptor de conocimientos que no piensa o que no pregunta, “ella” o “el” no pueden ser vistos como objetos que ocupan un espacio sin sentido o con sentido, no se pueden mantener en un crisol a sabiendas que la educación es una práctica de libertad, de autonomía moral, de maduración personal y de humanización. Pero es en este punto donde todo se vuelve álgido y problemático ¿Cómo desarrollar una educación más humanizada con un pensamiento libre de ostentoso mercantilismo impuesto por una sociedad de consumo inmediatista?
La respuesta nada fácil de concretizar, cuando el mundo a velocidades extremas desarrolla cambios enmarcados por una globalización económica y el desarrollo de tecnologías de la comunicación que afectan los valores integradores de sociedades y comunidades educativas y de seres que en su formación ven como su mundo se vuelve diferente al propuesto dentro de una ley general de educación nacional. Es una paradoja o dicotomía que no permite desarrollar una ética integral donde se combine la democracia, la justicia, la tolerancia y demás valores que lleven a una ética del cuidado del otro y del ser. En este desafío continuo el discurso del educador debe llevar la fuerza y la verdad de educar políticamente a una ciudadanía, recordar que la escuela es un proyecto político y pedagógico que establecen interrelaciones entre padres de familia, estudiantes, docentes, administrativos y directivos con la finalidad de formar individuos mejores y sociedades felices, es pertinente decir que la ética no se construye en abstractos, se construye desde la reflexión como práctica que impregna un todo, y todo lo que fragmente la ética y la educación es una agresión a los principios de convivencia y formación integral en futuros ciudadanos.
REFERENCIAS
Cortina, A. (s.f.). Etica discursiva y Educación en valores. Universidad de Valencia, 1-20.
Levinas,E. (1987) De otro modo que ser o más allá de la esencia,Sigueme,Salamanca.
Ley 115 de 1994, Congreso de la Republica de Colombia.
Magendzo K., A. (2006). El Ser del Otro, un sustento ético-político para la educación PDF.
Pérez, S. Ética y educación: Una tensión abierta entre lo real y lo posible. Universida pontificia Bolivariana.
Vázquez Verdera, V., & Escámez Sánchez, J. (2010). La profesión docente y la ética del cuidado. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 1-18.
CIBERGRAFIA
http://www.un.org/es/documents/udhr/
http://www.mineducacion.gov.co/1621/articles-85906_archivo_pdf.pdf
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