LA SOCIEDAD GLOBALIZADA COMO SINÓNIMO DE ESTUPIDEZ MUNDIAL

 

Esta sociedad Globalizada es hábil en arrebatarle al hombre lo más preciado que tiene, su alma, convirtiéndolo así en un androide, esto es, en un hombre máquina, el cual no piensa, ni percibe, conscientemente, las notas armónicas de la aurea sinfonía universal;  nos han hecho creer que este nefasto orden implantado por unas bastardas elites mundiales desprovistas de escrúpulos, es completamente necesario y resulta que lo único verdadera y esencialmente necesario es el ejercicio de la libertad y la fraternidad humana.

 

El orden del cosmos es superior al orden mundial implantado por estas nefastas elites y el hombre del común debiera dejar de ser un idiota útil para sumarse a la fiesta dionisíaca de lo uno primordial que tiene su lugar en el recóndito corazón de la naturaleza. Este deplorable orden globalizado, manipulando su gran corporación mediática, nos sumerge, cual borregos, en la estúpida adoración de ídolos de barro que fundamentalmente brotan del grosero reino del deporte;  pues, efectivamente, aparte de ser dueñas de la gran industria energética mundial, de las grandes compañías productoras y extractoras, de los grandes bancos, son también dueñas de los medios de comunicación y, es justo a través de éstos, que nos llevan a creer que gobernantes malvados son personas bondadosas y que gobernantes verdaderamente comprometidos con sus comunidades son hombres del mal, cargados de corrupción y de ineptitud, de esta manera nos alejan de la comprensión de la esencialidad Para inducirnos al brumoso y siniestro reino de las apariencias, en el cual asumimos las mentiras como verdades y las verdades, como locuras.

En los primeros años del siglo XXI, contemplamos con total impotencia, como la humanidad, ineluctablemente, camina hacia el abismo; Somos testigos inermes de cómo un pueblo intenta borrar del mapa a otro pueblo, el pueblo israelí al pueblo palestino, ante la mirada pusilánime de La ONU.

 

Somos testigos de cómo las potencias occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, llevan a cabo sus negras intenciones de dominación  geo-política sobre Ucrania, creando una cortina de humo que arroja toda la responsabilidad del desastre sobre Rusia y, con sus sanciones a este país, las potencias occidentales quedan como las buenas del paseo.

 

Escuchamos a cretinos decir que la guerra es necesaria para el desarrollo económico de los pueblos, obviamente para el crecimiento económico de los sucios mercaderes, porque a los pueblos la guerra les deja toneladas de dolor y hambre. La guerra destruye los bienes que la humanidad tarda decenas de años en producir, deja en ruinas las ciudades que se construyen en siglos, acaba con miles y miles de valiosas vidas humanas y así hay personas ilusas que piensan que las guerras son buenas, así lo hacen creer los mercaderes de la muerte; si estos sofistas se inspiran en Heráclito, están equivocados, pues cuando el gran filósofo habla de la guerra como padre de todas las cosas, se refiere al devenir del Logos en el universo, esto es, el encuentro de contrarios que producen dinamismo y movilidad como la llama que flamea, así el  día se hace noche, la juventud, vejez, la luz y la oscuridad generan equilibrio, el hombre y la mujer, vida, las vocales y las consonantes, lenguaje,  De esta manera, el orden humano se aleja, cada vez más, del orden divino, tal como lo lamenta el poeta; Baruch de Spinoza también decía a comienzos del siglo XVII “ La desgracia del hombre comienza cuando el reino humano se aparta del reino de la naturaleza, sintiendo que es un imperio dentro de otro imperio, el imperio humano dentro del imperio natural”.

 

Las guerras son la muestra más patente de que, a pesar del avance tecnológico y científico, la humanidad retrocede, la humanidad es un ente retrogrado guiado por sucios mercaderes, por una chusma barnizada de oro, no por hombre pensantes; las disposiciones del orden mundial son dictadas por repugnantes mercachifles, no por literatos, filósofos, artistas y humanistas,  es justo por esto, que la humanidad cruza una autopista que va hacia el desastre.

 

Por una migajas de materialidad, la codicia humana ha terminado por asesinar el alma, creando así una almicida y globalizada sociedad, en la cual el hombre se enajena de participar de la celestial fiesta cósmica, viviendo la virtud esencial de la justicia, de la fraternidad, del amor, del reconocimiento de la igualdad entre todos los miembros de la familia humana, disfrutando la plenitud de su libertad. Si,  en la sociedad global, se globalizan la estupidez, la idiotez, la estulticia humana, pero no la bondad, la generosidad, el altruismo y la conciencia.

 

Martín Fabián Ocampo Rodríguez

DEPARTAMENTO DE SOCIALES