Religión
MEDIO SIGLO
La Institución está próxima a cumplir cincuenta años de tener sus puertas abiertas a niños y jóvenes en el municipio, se llegará a esa fecha con unos estudiantes, padres, madres de familia y docentes que los une a esta conmemoración el agradecimiento y la admiración por la noble tarea que empezaron hace medio siglo las Hermanas de la Caridad de Santa Ana en el municipio de Guatapé; como en muchas regiones, la Iglesia se comprometió con la educación, la salud, los orfanatos, con lo que no hacía el estado. La Iglesia mediante comunidades religiosas, sacerdotes o laicos daban solución a estas necesidades, y en especial, en el municipio llegó una comunidad religiosa mujeres decididas, valientes y entregadas que introyectaron los valores de sus fundadores la Madre María Rafols y el P. Juan Bonal, han pasado por la Institución Hermanas, docentes y laicos que gracias a ellos podemos decir como Bernardo de Chartres “Somos unos enanos encaramados en hombros de gigantes. Nuestra mirada puede abarcar más cosas y ver más lejos que ellos. No porque nuestra vista sea más penetrante y nuestra estatura mayor sino porque nos ha elevado su altura gigantesca[1]”.
Hoy podemos dar gracias a todas estas personas que a través de su trabajo y constancia construyeron comunidad, parte de lo que somos se debe al trabajo del pasado como dice la canción: “Somos fruto de nuestro ayer para no olvidar fácilmente y proponer el presente[2]”.
La Institución Educativa Nuestra Señora del Pilar tiene una misión que nos lo recuerda, constantemente, el símbolo del Pilar, la educación se convierte en solidez social, contribuye a la formación de las personas en todos los aspectos de un ser pluridimensional[3].
Pretérito, presente y futuro representan aspectos del tiempo, cincuenta años de la Institución Educativa de Guatapé es poco, comparado con éstas magnitudes, cada uno de los integrantes mantiene esos valores en esta circunstancias histórica, nuestra labor es vivir con pasión nuestro Hoy pero siempre el pasado no desaparecerá, la persona inquieta se preguntará cómo empezó todo esto y tiene razón el poeta sevillano Antonio Machado cuando dice “Ni el pasado ha muerto ni está el mañana, ni el ayer escrito”.
Por William Arango Arias
[1] Esta frase se le atribuye a Isaac Newton, pero Bernardo de Chartre, Filósofo y teólogo del siglo XII la utilizó.
[2] Canción “Lo que somos”
[3] Emmanuel Mounier, Dimensiones de la Persona.
LO ETERNO
Hace 50 años los habitantes de estas hermosas tierras colocaron lo sagrado en el centro de sus vidas, todo lo que veían les reflejaba la divinidad y grandeza de su Dios. No eran académicos, ni profesionales en su mayoría, pero eran expertos en identificar los símbolos con los que les hablaba la naturaleza, captaban la estrecha relación que existe entre el tiempo y la muerte, la fertilidad, las plantas y los animales.
El silencio que prevalecía en estas tierras les permitía meditar y valorar las cosas más sencillas que los rodeaba. Su religiosidad los orientaba a ver en lo cotidiano lo extraordinario y a no perder de vista su origen y destino final.
Encontraron una relación muy estrecha entre el nacimiento y la muerte, ya que se nace para morir y se muere para vivir. Constantemente estaban a la espera de las manifestaciones de su Dios y tenían claro que lo que veían no duraría para siempre pero lo que no veían y sentían era eterno y ahí crecían los fundamentos de una fe que se iban fortaleciendo día a día.
Es aquí donde la muerte, el amor, la vida, desafían al tiempo y se convierten en eternos. Son elementos que acompañan el ahora y el futuro. Lo eterno hace parte de los dones recibidos por la divinidad, lo divino y sagrado no tiene fin y encuentra su plenitud en la eternidad.
El cuerpo es el medio por el cual los hombres y las mujeres se comunican entre sí. Es un lugar sagrado, ya que es reflejo de la divinidad de sus creadores. Entonces estos lugares (cuerpos), se convierten en tiendas de encuentro, donde se reflejan y comunican los dones divinos que hacen de la vida algo nuevo y especial. El cuerpo adquiere valor por lo que hay dentro de él que no se ve, pero que comunica a través de todo su ser. Hace 50 años el amor trascendía lo físico y no era un impedimento para amar y se estaba dispuesto a soportar cualquier contratiempo, fatiga o sufrimiento por la persona amada, arraigando sus creencias no solo en el otro sino en los designios y mandatos de su Dios, que en realidad era lo más importante y lo que hacía válido cualquier fatiga o sacrificio.
Es el sentimiento más sublime, nos asemeja a los dioses, ya que se puede experimentar el paraíso en la tierra. Se ama aun más allá de la muerte porque el amor no tiene fin.
Para el hombre no religioso es casi imposible darle sentido eterno al amor, porque para él todo acaba aquí y todo empieza aquí, su vida carece de sentido, pues el sentido de la vida se lo dan las cosas que él ve, que tiene y que puede calcular, su razonamiento es tan “exacto” que le impide pensar en que exista algo que no se acabe y que él no pueda comprar, lo que no se puede comprar para él no existe, al igual que lo que no se puede comprobar.
El hombre moderno no religioso perdió la dimensión sagrada de las relaciones interpersonales y ya la naturaleza no le habla de la sabiduría divina (Todo tiene un orden). En su afán por encontrarle sentido a la vida, va en busca de todo lo que le produzca placer o le haga olvidar un poco el vació interno que siente.
Se busca la fama y el poder en un afán de ser reconocido por el otro, mientras en su interior no se reconoce como lo que es y para lo que fue creado. Todo lo que busca habla de los vacíos más profundos que encuentra en su alma, pero que se le hace difícil expresar porque perdió la sencillez y la inocencia de los orígenes.
Pero a la vez siente la necesidad de amar y sentirse amado, el problema es ¿cómo amar y sentirse amado?, ¿cómo creer que me aman a mí, con tanta competencia al alrededor? Los hombres y mujeres quieren amar y sentirse amados, pero, en realidad su temor a sufrir, impide que las relaciones se hagan fuertes y transparentes. Entonces el resultado son relaciones líquidas, que se reacomodan a los cambios, pero no tienen consistencia, no duran para siempre, están lejos de las creencias de su religión, porque solo se cree en lo que se ve.
¿Será que el hombre moderno perdió el sentido del amor, del sacrificio, de la donación? Su búsqueda desesperada de felicidad, tal vez le cerró los ojos y no le permite ver lo que en realidad es esencial.
El creer incrementa la fe, la fe mantiene la esperanza y el amor permanece firme aunque estas desaparezcan. Vivir según la fe, implica tener la certeza del amor, ya que este permite vivir en comunión, en armonía y le da al existir el toque mágico de los orígenes. El amor da sentido a la vida, es lo que permite ver las cosas de un modo nuevo y especial.
El hombre moderno no religioso, busca la felicidad en lo efímero y pasajero, sin darse cuenta que la respuesta a sus interrogantes las tiene dentro de su ser, un ser que procede de la esencia divina. “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera, Y por fuera te buscaba; Y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo. Me retenían lejos de ti aquellas cosas. Que, si no estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera: Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; Exhalaste tu perfume y respiré, Y suspiro por ti; Gusté de ti, y siento hambre y sed; Me tocaste y me abrasé en tu paz. "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti" San Agustín.
EXIDIA CALLE VALENCIA
DOCENTE
EDUCACIÓN RELIGIOSA